Texto:
Adoramos al Santo Aliento que está más alto que todas las cosas creadas; y adoramos la verdadera Sabiduría.
Encontrarás al Ángel del Aire en medio del aire fresco del bosque y los campos; pacientemente él te espera, al abandonar las cabañas húmedas y atestadas de la ciudad. Entonces búscalo y bebe hasta la saciedad la corriente de aire curativo que él te ofrece. Respira larga y profundamente, para que el Angel del Aire pueda entrar en ti. Porque el ritmo de tu aliento es la clave del conocimiento que revela la Ley Santa (N.E.: Afirmación para considerar detenidamente).
El Angel del Aire vuela con alas invisibles, y sin embargo debes caminar por su sendero invisible, si quieres ver la faz de Dios. La fragancia del viento en el bosque de los cipreses, es mas agradable que el más dulce néctar de la granada. Y mas dulce aún es el aroma del devoto que honra y enseña la Ley
Santa.
Santo es el ángel del Aire que limpia lo que está sucio y da suave fragancia a todas las cosas malolientes.
¡Venid, venid, oh nubes! Venid y descienden sobre la tierra, convertidas en miles de gotas y por el brillo y la gloria de estas gotas, soplan los vientos que bajan las nubes hacia las fuentes que nunca se acaban.
Los vapores se elevan desde los valles situados entre las montañas,
perseguidos por el viento que recorre el camino de la Ley, lo que acrecienta el Reino de la Luz.
El Padre Celestial, con Su poder hizo la Tierra, con Su sabiduría estableció el mundo y con Su voluntad hizo que los cielos se extendieran.
Cuando El emite Su voz hay una multitud de aguas en los cielos y hace que asciendan los vapores desde los confines de la Tierra. El hace los relámpagos que caen con lluvia y hace salir el viento de su boca.
Así como el mar es el lugar donde se reúnen las aguas, y éstas suben y bajan, ascendiendo por el sendero celeste y bajando hasta la tierra, y ascendiendo de nuevo por el sendero celeste, así levántate y muévete, tu por cuya elevación y crecimiento ha hecho el Padre Celestial el luminoso espacio, eterno y soberano.
Ningún hombre puede llegar ante el rostro de Dios, si el Ángel del Aire no le deja pasar. Tu cuerpo debe respirar el aire de la Madre Tierra y tu espíritu debe respirar la Ley Santa del Padre Celestial.