LAS VISITAS DE SERES CELESTIALES EN LA VIDA DE ADÁN Y EVA EN EL EDÉN

En esta ocasión conoceremos las siguientes revelaciones:
El Edén, un reino de eterna alegría. Visita e instrucción diaria del Eterno. El trabajo, fuente de desarrollo de facultades. A través de visitas de seres celestiales, Adán y Eva adquirieron conocimiento sobre la rebelión de Lucifer. Dios revela a Sus huestes las intenciones malignas de Satanás y envía a dos ángeles para advertir al hombre.



Texto:



Cap. 4 

El Edén, un reino de eterna alegría. Visita e instrucción diaria del Eterno. El trabajo, fuente de desarrollo de facultades. A través de visitas de seres celestiales, Adán y Eva adquirieron conocimiento sobre la rebelión de Lucifer. Dios revela a Sus huestes las intenciones malignas de Satanás y envía a dos ángeles para advertir al hombre.** Satanás se posesiona de una serpiente para engañar a Eva. Argumentos de Satanás para hacer caer a Eva. Intensa lucha interna de Adán ante la condición caída  de su esposa. Adán come del fruto, permanece al lado de su esposa pagando el alto precio de su rebelión. Maravillosa revelación del plan de rescate. La naturaleza de las creaciones y de Adán y Eva cambia. El Padre les promete vestiduras duraderas. 

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En el Edén, reinaba la dulce calma de una perfecta paz. Por todos lados los amables pajarillos hacían oír sus alegres trinos en alabanza constante al Creador. Toda la naturaleza al florecer parecía proclamar un reino de eterna alegría. Los animales en unión brincaban por todas partes, siempre sumisos al hombre, el señor de aquél paraíso encantador. Todo era felicidad para la pareja; pero esta se tornaba más intensa en la rotación de aquellos días primaverales. El arrebol, que con su belleza coloreó el cielo preanunciando las oscuras noches, les anunciaba también el momento de la visita diaria del Eterno. Juntos, bajo la luz de Su presencia, pasaban largo tiempo en feliz conversación. 

Con ánimo, la pareja contaba al Señor las sorprendentes maravillas que iban descubriendo cada día en la naturaleza. Dios, con cariño, les descubría el significado de cada ser. ¡Cuán agradecidos estaban por las lindas lecciones aprendidas a Sus pies! Al paso de cada día, mayor eran el amor, el respeto y la admiración por el grandioso Creador. ¡Cuán bueno había sido Él, trayéndolos a la existencia y concediéndoles un hogar tan lleno de delicias! Al despertar ellos hacia las alegrías de cada día, les venía a la memoria las caricias y el dulce canto del Eterno, que los hacía adormecer todas las noches. 

 La vida de Adán y Eva en el Edén, no era de ociosidad. A ellos fue recomendado el cuidado del jardín. Su ocupación no era fastidiosa, al contrario, era agradable y revigorizante. El Creador había indicado el trabajo como una fuente de beneficios para el hombre, a fin de ocuparle la mente y fortalecerle el cuerpo, desarrollándole todas las facultades. En la actividad mental y física, el hombre encontraba un elevado placer. Era común a la joven pareja recibir visitas de seres celestiales.  

A los visitantes siempre tenían novedades que relatar y preguntas que hacer. Pasaban largo tiempo oyendo de ellos hablar sobre las maravillas del reino de luz. A través de esos visitantes, Adán y Eva comenzaron a tener amplio conocimiento de la rebelión de Lucifer y de sus eternas consecuencias. A los visitantes, Adán y Eva siempre pedían que les enseñaran los armoniosos cánticos celestiales. ¡Cómo se deleitaban al unir las voces al coro angelical! En Su omnisciencia, Dios tenía conocimiento de la terrible intención del enemigo. 

Convocando a Sus huestes principales, Les reveló con pesar el inminente peligro que cernía sobre el Universo. Satanás habría de armar una emboscada, a fin de llevar al hombre a comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Ante esa revelación, los hijos de la luz estuvieron temerosos, pues conocían la tremenda facilidad de Satanás en enlazar criaturas inocentes y atarlas en sus mallas de muerte. En el solemne concilio, decidieron enviar, con urgencia, mensajeros para advertir al hombre del gran peligro. 

Dos poderosos ángeles fueron encargados de esa decisiva misión. Inmediatamente, los mensajeros comisionados irrumpieron por las puertas de Jerusalén, alcanzando el seno del espacio infinito. En instantes, traspasaron inmensidades, cruzando galaxias en el percurso. Penetraron en el túnel de la constelación de Orión, aproximándose al nuevo sistema. Podían ahora divisar a poca distancia el planeta azul, donde el destino del Universo estaba por ser determinado. 

En el Edén, había relajación. La joven pareja continuaba en sus inocentes actividades, disfrutando el placer de un vivir feliz. Lejos estaban de pensar que en aquel momento todo o todos los hijos de la luz estaban tensos, pensando en su futuro amenazado. Vieron entonces en el limpio cielo la señal de la aproximación de los visitantes celestiales y a ellos levantaron los brazos en una alegre salutación. Sin embargo, Adán y Eva se admiraron, por no ver en el semblante de ellos la misma alegría. 

Los visitantes traían en la faz una expresión de ansiedad que ellos no podían entender. Intentaron cambiarles la triste facción, contándoles los nuevos descubrimientos hechos en el paraíso. Los mensajeros, todavía, no teniendo tiempo disponible como en otras ocasiones, los interrumpieron con palabras de advertencia. Satanás habría de armarles una emboscada, a fin de llevarlos a comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Si dieran oído a la tentación, harían sucumbir toda la creación en el abismo de un eterno caos. 

Los ángeles les recordaron que el reino les había sido confiado como un sagrado depósito, debiendo, en una vida de fidelidad, honrar a Aquél que por amor   Se despojó, colocándose en una posición de huésped del ser humano. Adán y Eva deberían ser firmes ante las insinuaciones del enemigo, pues así sellarían la eterna victoria del reino de la luz. Hablándoles de la feliz recompensa que le seguiría a su triunfo, los ángeles revelaron que era el plan de Dios la transferencia de la Jerusalén Celestial hacia la Tierra. Allí, nuevamente acoplada al paraíso, permanecería para siempre. 

Y el hombre, sumiso al Creador, reinaría por los siglos sin fin sobre el monte Sión, en medio de las alabanzas de las huestes universales. Más todo eso dependía enteramente del posicionamiento humano frente a las tentaciones del enemigo, que haría de todo para arrebatarle el reino. Adán y Eva estuvieron temerosos al conocer los planes de Satanás, más fueron consolados al saber que él no podría hacerle ningún mal, forzándolos a comer del fruto prohibido. Si, por ventura, procurase intimidarlos con su poder, todas las huestes del Eterno vendrían en su ayuda. 

Los mensajeros de la luz concluyeron su misión recomendando a la pareja permanecer vigilantes, teniendo siempre en mente la responsabilidad que sobre ellos reposaba. No deberían separarse uno del otro, ni siquiera por un momento, pues a solas podrían ser seducidos. Adán y Eva, agradecidos por las advertencias de los ángeles, unieron las voces en un cántico de promesa en una eterna victoria. Estaban seguros de que jamás abandonarían al bendito Creador, oyendo la voz del tentador. 

Animados ante la promesa humana, los dos mensajeros regresaron al seno de la Jerusalén Celestial donde, junto a las huestes santas, aguardarían con ansiedad el anhelado triunfo. Satanás vio aproximarse al paraíso a los mensajeros y oyó el canto del hombre prometiendo una eterna victoria. Ese cántico hizo que su envidia y odio aumentara de tal manera que no los podía contener. Dijo entonces a sus seguidores que en breve haría silenciar aquella voz irritante. Haría todo para transformar la alabanza humana en blasfemias al Creador. 

Las huestes rebeldes estaban curiosas por conocer los planes de su jefe, mas fueron advertidas por él de que deberían esperar hasta que todo estuviese para siempre determinado. Si el hombre oyese su voz, comiendo del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sería victorioso, poseyendo para siempre el dominio del Universo. En caso de que el hombre resistiese, permaneciendo fiel al Creador, ya no habría ninguna esperanza para ellos. El paraíso parecía estar envuelto por una eterna seguridad, pero en el semblante del hombre se podía ver una expresión de miedo. 

Desde que los ángeles partieron, Adán y Eva permanecían silenciosos, meditando con reverencia sobre la enorme responsabilidad de su misión. Pensaban en la seriedad de aquella inminente prueba que habría de sellar su futuro y el de toda la Creación. Animados, sin embargo, ante el pensamiento de la victoria, unieron una vez más las voces en un cántico que expresaba la certeza del triunfo anhelado. Esa melodía quitó de sus mentes todo el miedo de derrota y, alegres, corrieron por los prados reverdecientes, acompañados por los fogosos animales que parecían conmemorar la gran conquista. 

Se sentían seguros en su paraíso, totalmente olvidados del peligro de un posible asalto. Satanás, que observaba atentamente a la pareja, percibió que estaba llegando su oportunidad. Se aproximó de forma invisible al paraíso, y estuvo esperando el mejor momento para armar su emboscada. Inconscientes de la presencia del enemigo, la pareja continuaba en su desprendida alegría, jugando despreocupadamente con los animales. En el semblante trastornado de Satanás se estampó una sonrisa maliciosa, al presenciar un descuido de la pareja: en su exaltación, habían dejado de atender la última recomendación de los mensajeros, apartándose el uno del otro. 

16 El astuto enemigo, no perdiendo tiempo, se posesionó de una serpiente, la más bella del paraíso, haciéndola aproximarse graciosamente a Eva. Eva, que sentada en el césped jugaba con los animales, percibió la presencia de la atractiva serpiente, cuyo cuerpo reflejaba los colores del arco iris. Estuvo admirada al verla coger flores y frutos del jardín, depositándolos a sus pies. Agradecida, la tomó en los brazos, dedicándole afecto. 

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