Te doy gracias, Padre Celestial, pues me has elevado a una altura eterna y camino entre las maravillas de la pradera.
Me guiaste desde las profundidades de la Tierra hasta alcanzar Tu eterna compañía.
Has purificado mi cuerpo para unirme al ejército de los ángeles de la Tierra y mi espíritu para alcanzar la congregación de los ángeles celestes.
Le diste eternidad al hombre para alabar con canciones de júbilo en la alborada y en el ocaso tus obras y maravillas.
Oh vosotras, todas las obras del Orden Celestial, bendecid la Ley; alabad y exaltad la Ley sobre todas las cosas y por siempre.
Oh vosotros, cielos todos, bendecid las Ley; alabad y exaltad la Ley sobre todas las cosas y por siempre.
Oh vosotros, ángeles del Padre Celestial y vosotros, ángeles de la Madre Tierra, bendecid la Ley; alabad y exaltad la Ley sobre todas las cosas y por siempre.
Oh vosotras, todas las aguas que estáis sobre los cielos, bendecid la Ley.
Oh vosotros, todos los poderes de los santos ángeles, bendecid la Ley.
Oh vosotros, Sol y Luna, bendecid la Ley.
Oh vosotras, estrellas del cielo, bendecid la Ley.
Oh vosotros, lluvia y rocío, bendecid la Ley.
Oh vosotros, todos los vientos, bendecid la Ley.
Oh vosotros, fuego y calor, bendecid la Ley.
Oh vosotros, invierno y verano, bendecid la Ley.
Oh vosotros, Luz y oscuridad, bendecid la Ley.
Oh vosotros, rocío y tormentas de nieve, bendecid la Ley.
Oh vosotros, noches y días, bendecid la Ley.
Oh vosotros, relámpagos y nubes, bendecid la Ley.
Oh vosotros, montañas y colinas, bendecid la Ley.
Oh vosotras, todas las cosas que crecéis sobre la tierra, bendecid la Ley.
Oh vosotras, fuentes, bendecid la Ley.
Oh vosotros, mares y ríos, bendecid la Ley.
Oh vosotras, ballenas y todo lo que se mueve en las aguas, bendecid la Ley.
Oh vosotras, todas las aves del cielo, bendecid la Ley.
Oh vosotros, todas las bestias y el ganado, bendecid la Ley.
Oh vosotros, Hijos de los Hombres, bendecid la Ley.
Oh vosotros, espíritus y almas de los Hijos de la Luz, bendecid la Ley.
Oh vosotros, santos y humildes trabajadores del Jardín de la Hermandad, bendecid la Ley.
Que la tierra entera bendiga la Ley.
Dad gracias al Padre Celestial y a la Madre Tierra y a todos los santos ángeles dadles gracias, pues la Ley permanece por siempre.
Adoramos la Ley día y noche.
Aclamad al Padre Celestial.
Aclamad a la Madre Tierra.
Aclamad a los santos ángeles.
Aclamad a los Hijos de la Luz.
Aclamad a nuestro Santo Padre Enoch.
Aclamad a toda la santa creación, que fue, es o será.
Ofrecemos sacrificios a las estrellas brillantes y gloriosas, al cielo soberano, al tiempo infinito, ofrecemos sacrificios a la buena Ley de los adoradores del Creador, de los Hijos de la Luz, que trabajan en el Jardín de la Hermandad.
Ofrecemos sacrificios al sendero de la Santa Ley.
Ofrecemos sacrificios a todos los santos ángeles del mundo invisible.
Ofrecemos sacrificios a todos los ángeles del mundo material.
Dad gracias al Padre Celestial, pues El es bueno, dad gracias, sí, al Dios de los ángeles, dad gracias, sí, al Señor de la Luz, pues Su misericordia dura por siempre.
Dad gracias y alabanza infinita a Aquel que hace las grandes maravillas, a Quien con Sabiduría hizo los cielos, al Que extendió la tierra sobre las aguas, al Que hizo las grandes luces en los cielos, a Quien creó el sol para que rigiera el día, y la luna y las estrellas para que rigieran la noche, pues su misericordia dura eternamente.
Y adoramos a la santa y antigua religión, que fue instituida en la creación, que estaba en la Tierra en el tiempo de los grandes árboles; la santa religión del Creador, la resplandeciente y la gloriosa, revelada a nuestro Padre Enoch.
Adoramos al Creador y al fuego de la Vida y a las buenas aguas que son santas y al sol y la luna resplandecientes y a las brillantes y gloriosas estrellas y sobre todo, adoramos la Santa Ley, que el Creador, nuestro Padre Celestial, nos ha dado.
Es la Ley, la que hace santa nuestra morada; la tierra verde y ancha, alabad la Ley.
La Ley sana el corazón adolorido y cura las heridas.
Grande es la Ley y de gran poder, la comprensión de la Ley es infinita.
La Ley levanta a los humildes y derriba a los malvados.
Cantad a la Ley con agradecimiento, cantad alabanzas con arpas a la Ley, que cubre el cielo con nubes, prepara la lluvia para la tierra, que hace crecer la hierba en las montañas.
Alabamos con recia voz el pensamiento recto, la palabra recta y la buena acción.
Vendremos a vosotros, oh, bondadosos inmortales, vendremos a vosotros, ensalzándoos e invocándoos, ángeles del Padre Celestial y de la Madre Tierra.
Adoramos al Santo Señor del Orden Celestial, el Creador de todas las buenas criaturas de la Tierra.
Y adoramos las declaraciones de nuestro Padre Enoch y su religión antigua y pura, su fe y su saber, anteriores al comienzo de los tiempos.
Le cantaremos a la Ley mientras vivamos, le cantaremos alabanzas a nuestro Padre Celestial mientras tengamos nuestro ser, mientras perdure el Jardín de la Hermandad.
Nos regocijaremos en la Ley, bendice la Ley, oh alma mía, alabad la Ley Santa.
Los Hijos de la Luz aman la Ley, porque la Ley escucha nuestras voces y nuestras súplicas.
La Ley tiene un oído que todo lo escucha, inclinado hacia nosotros, por esto invocaremos la Ley mientras vivamos.
La Ley ha librado nuestras almas de la muerte, nuestros ojos de las lágrimas y nuestros pies de las caídas.
Caminaremos ante la Ley en la Tierra de los vivientes, en los senderos del Jardín infinito de la Hermandad.
Los días de los Hijos de los Hombres son como la hierba, como las flores del campo, así florecen ellos. Pues, el viento pasa sobre las flores y ellas se desvanecen, pero la misericordia de la Ley se esparce de eternidad a eternidad sobre quienes la siguen.
Bendecid al Padre Celestial, vosotros, todos Sus ángeles, vosotros Sus ministros, que hacéis Su voluntad.
Bendecid al Señor, todas sus obras, en todos los lugares de Su reino; bendice al Señor, oh, alma mía.
Oh, Padre Celestial, Tu eres grandioso, estás revestido de honor y majestad, Tu, Quien Te cubres de Luz, cual si fuera un vestido, Quien extiendes los cielos como una cortina, que has colocado las columnas de Tus moradas en las aguas, Quien hiciste de las nubes Tu carroza, Tu, que caminas sobre las alas de los vientos, Quien conviertes a Tus espíritus angélicos, Tus Hijos de la Luz, en fuego refulgente para encender la verdad en los corazones de los Hijos de los Hombres, Tu, Quien colocaste las fundaciones de la Tierra.
Bendice al Padre Celestial, Oh alma mía.
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