EL LIBRO DE LAS REVELACIONES (El Apocalipsis Esenio) DE JUAN

Presentamos a ustedes este hermoso e impactante texto completo que como veremos es casi igual al texto de las Revelaciones que tenemos en la biblia común, sin embargo encontraremos algunas diferencias entre ellos. El Apocalipsis Esenio nos traerá a luz mostrando claramente el panorama que se vivirá en el fin de los tiempos, por una parte veremos que el medio ambiente (el agua, el aire, la tierra, la naturaleza) será gravemente dañada, contaminada por mano del hombre, (situación que ya ocurre en estos tiempos). Después durante las 7 trompetas veremos descrito los eventos que corresponderían antes, durante y después de un impacto de asteroide en el mar que provocara gran destrucción sobre todo el planeta.
En otra visión el profeta mira a la mujer vestida de sol y a la bestia que sale del mar. Después mira una gran cuidad blanca y a todas las ciudades de las naciones caídas por un gran terremoto seguido por una granizada. Más adelante ve abrirse los cielos y mira un caballo blanco y el que lo montaba era llamado Fiel y Verdadero y con justicia El juzgaba.

Por ultimo ve un cielo nuevo y una tierra nueva, ya que el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, He aquí, el tabernáculo de Dios está con los hombres y El vivirá en ellos y ellos serán Su pueblo y Dios estará con ellos, El será Su Dios. Y Dios enjuagará toda lágrima de sus ojos y no habrá más muerte ni congoja, ni llanto, ni habrá ningún dolor, porque las primeras cosas pasarán.

Aquellos que provocaron la guerra, convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podadoras. Las naciones no levantarán su espada contra otras naciones, ni harán la guerra nunca más, porque las primeras cosas pasarán.

Y El habló otra vez: He aquí, Yo creo todas las cosas nuevas. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, Yo le daré de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas y Yo seré su Dios y él será mi Hijo.

Parte del Libro El evangelio de los Esenios de Edmond Bordeaux (traducciones directas del Arameo)

Texto;

El Apocalipsis DE LOS ESENIOS. FRAGMENTOS DEL LIBRO DE LAS REVELACIONES.

 FRAGMENTOS DEL LIBRO DE LAS REVELACIONES (El Apocalipsis) DE LOS ESENIOS.

He aquí que el Ángel del Aire Lo traerá y todos los ojos Lo verán y la Hermandad, toda la vasta Hermandad de la Tierra, levantará su voz como uno y cantará debido a Él. Así es, así sea.

Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es, el que fue y el que vendrá.

Y la voz hablaba y giré para ver la voz que hablaba conmigo y habiendo girado, vi siete lámparas y en medio de su luz brillante vi a uno como el Hijo del Hombre, vestido de blanco, blanco como la nieve. Y su voz llenaba el aire con un sonido como de agua tempestuosa y en sus manos tenía siete estrellas, llenas de la Luz ardiente de los cielos, de donde ellas venían.

Y cuando El habló, Su rostro se llenó de Luz, brillando y dorando como mil soles y les dijo: no temáis, Yo soy el primero y el último, Yo soy el principio y el fin. Escribe las cosas que has visto y las cosas que son y las cosas que serán de aquí en adelante, el misterio de las siete estrellas que llenan mis manos y los siete candelabros dorados que resplandecen con Luz eterna. Las siete estrellas son los ángeles del Padre Celestial y las siete llamas son los ángeles de la Madre Tierra.

Y el espíritu del hombre es la llama que fluye entre la luz de las estrellas y la lámpara resplandeciente, un puente de Luz santa entre el Cielo y la Tierra.

Estas cosas dijo el que sostenía las siete estrellas en Sus manos, Quien camina en medio de las llamas de las siete lámparas doradas.

El que tenga oídos que oiga lo que el espíritu dice: al que venciere Yo le daré de comer del Árbol de la Vida, que está plantado en medio del Paraíso brillante de Dios.

Y luego El miró y he aquí, que una puerta se abrió en el cielo y una voz que retumbaba por todas partes, como una trompeta, me habló:

Sube aquí y te mostraré las cosas que van a suceder a partir de ahora. E inmediatamente estuve allí, en espíritu, en la entrada de la puerta abierta. Y crucé por la puerta abierta, penetrando a un Mar de Luz radiante. Y en la mitad del océano enceguecedor de resplandor había un trono; y sobre el trono estaba uno cuyo rostro estaba oculto y había un arco iris rodeando el trono, parecía como una esmeralda.

Y alrededor del trono había trece sillas y sobre los asientos vi trece ancianos vestidos con capas blancas y sus rostros estaban cubiertos por una nube de luz que giraba.

Y siete candelabros de fuego ardían delante del trono, el fuego de la Madre Tierra. Y las siete estrellas del cielo brillaban en frente del trono, el fuego del Padre Celestial.

Y delante del trono había un mar transparente como un cristal y reflejados allí estaban todas las montañas y valles y océanos de la Tierra y todas las criaturas que habitan en ella.

Y los trece ancianos se inclinaban ante el esplendor del que estaba sentado en el trono, cuyo rostro estaba oculto y ríos de luz fluían de Sus manos, de la una a la otra y ellos alababan diciendo: Santo, Santo, Santo, Señor Dios

todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir, tu eres digno, oh Señor, de recibir la gloria, el honor y el poder; pues Tú has creado todas las cosas.

Y luego vi a la diestra del que estaba sentado en el trono, cuyo rostro estaba oculto, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. Y vi a un ángel pregonando con voz fuerte: ¿Quién es digno de abrir el libro y de quitar los sellos de él?

Y ningún ser en el cielo, ni en la Tierra, ni debajo de la tierra, fue capaz de abrir el libro, ni aun de mirar encima de él. Y me afligí porque el libro no podía ser abierto, ni yo era capaz de leer lo que había escrito.

Y uno de los ancianos me dijo: No te aflijas, extiende tu mano y toma el libro, si, precisamente el libro con los siete sellos y ábrelo, pues fue escrito para ti, quien eres a la vez el más bajo de los bajos y el más alto de los altos.

Y extendí mis manos y toqué el libro. Y he aquí que la tapa se levantó y mis manos palparon las páginas doradas y mis ojos contemplaron el misterio de los siete sellos.

Y observé y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono. Y el número era diez mil veces diez mil y miles de miles, diciendo: Toda la gloria y la sabiduría y la fortaleza y el poder siempre y por siempre a El quien revelará los misterios de misterios. Y vi las nubes de luz dorada que giraban extendiéndose como un puente de fuego entre mis manos y las manos de los trece ancianos y los pies del que estaba sentado en el trono, cuyo rostro estaba oculto.

Y quité el primer sello y vi y observé al Ángel del Aire. Y de Sus labios fluía el aliento de vida. Y Él se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre los vientos de la sabiduría. Y el hombre respiró; y cuando exhaló, el espacio se oscureció y los aromas se volvieron hediondos y fétidos y nubes de maldad aparecieron sobre la Tierra. Y giré mi rostro con vergüenza.

Y quité el segundo sello y vi y observé al Ángel del Agua. Y de Sus labios fluía el agua de la vida. Y Él se arrodilló sobre la Tierra y le dio al hombre un océano de Amor. Y el hombre entró a las aguas claras y relucientes. Y cuando tocó el agua, las corrientes claras se opacaron y las aguas de cristal se volvieron turbias y con lama. Y los peces agonizaban en la oscuridad inmunda y todas las criaturas murieron de sed. Y giré mi rostro con vergüenza.

Y quité el tercer sello y vi y observé al Ángel del Sol y de Sus labios fluía la Luz de la Vida y Él se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el fuego del poder. Y

la fortaleza del sol penetró en el corazón del hombre y éste tomó el poder e hizo con él un falso sol y, he aquí, que él esparció los rayos de la destrucción, quemando los bosques, acabando con los valles de verdor, dejando sólo los huesos carbonizados de sus hermanos. Y giré mi rostro con vergüenza.

Y quité el cuarto sello y vi y observé al Ángel del Regocijo y de Sus labios fluía la música de la Vida, y Él se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el camino de paz. Y la Paz y el Regocijo, como la música, fluían a través del espíritu del hombre. Pero el hombre oyó únicamente la estridencia de la tristeza y el descontento y levantó su espada y cortó las manos de los pacificadores y la levantó una y otra vez y cortó las cabezas de los cantores. Y giré mi rostro con vergüenza.

Y quité el quinto sello y vi y observé al Ángel de la Vida, y de Sus labios fluía la Alianza Santa entre Dios y el hombre y Él se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el don de la creación. Y el hombre creó una segadora de hierro con formas de serpiente y la cosecha que recogió, fue de hambre y muerte. Y giré mi rostro con vergüenza.

Y quité el sexto sello y vi y observé al Ángel de la Tierra y de Sus labios fluía el río de la Vida eterna y Él se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el secreto de la eternidad y le dijo al hombre que abriera sus ojos y guardara los misterios del Árbol de la Vida en el Mar Eterno. Pero el hombre levantó su mano y sacó sus propios ojos y dijo que no había eternidad. Y giré mi rostro con vergüenza.

Y quité el séptimo sello y vi y observé al Ángel de la Madre Tierra y Él me envió con Ella un mensaje de Luz flameante del Padre Celestial. Y este mensaje era para los oídos del hombre que estaba sólo, el que camina entre el cielo y la Tierra. Y en el oído del hombre estaba susurrando el mensaje. Y no oía. Mas yo giré mi rostro con vergüenza.

¡Mirad!, extendí mi mano hacia las alas del Ángel y dirigí mi voz al cielo diciendo: Dime el mensaje, para que pueda comer del fruto del Árbol de la Vida que crece en el Mar de la Eternidad. Y el Ángel me miró con gran tristeza y hubo silencio en el cielo. Y entonces oí una voz, que era como el sonido de una trompeta, diciendo: oh hombre, ¿quisieras tu mirar la maldad que has hecho, cuando volteaste tu rostro del trono de Dios, cuando no hiciste uso de los dones de los siete ángeles de la Madre Tierra y de los siete ángeles del Padre Celestial?

Y un dolor terrible se apoderó de mi cuando sentí dentro de mí los espíritus de todos aquellos que se habían enceguecido ellos mismos, como para ver únicamente sus propios deseos de la carne. Y vi los siete ángeles que estaban

delante de Dios y a ellos les fueron dadas siete trompetas. Y otro ángel vino y se colocó ante el altar, portando un incensario dorado y se le había dado bastante incienso, que debería ofrendar con las oraciones de todos los ángeles en el altar dorado que estaba delante del trono. Y el humo del incienso ascendía hasta Dios, lejos de los ángeles. Y el Ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojó a la Tierra y hubo voces y truenos y relámpagos y tormentas.

Y los siete ángeles que tenían siete trompetas se prepararon para tocarlas.

El primer ángel tocó y hubo granizo y fuego mezclado con sangre, que fueron arrojados en la Tierra y los bosques verdes y los árboles se quemaron y todo pasto verde se volvió cenizas.

Y el segundo Ángel tocó y cuando esto ocurrió una gran montaña ardiendo en fuego estaba precipitándose en el mar y sangre se levantó desde la tierra como un vapor.

Y el tercer ángel tocó y una nube de polvo descendió cubriendo toda la tierra.

Y el cuarto Ángel tocó y he aquí que hubo un gran terremoto y el sol se volvió negro como un mechón de pelo y la luna se convirtió en sangre.

Y el quinto ángel tocó y las estrellas del cielo cayeron sobre la Tierra, así como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un viento fuerte.

Y el sexto Ángel tocó y el cielo se recogió como un papiro que se enrolla y no hubo árbol sobre toda la tierra, ni una flor, ni una brizna de hierba. Y yo estaba de pie sobre la tierra y mis pies se hundieron en el suelo blando y embotado en sangre, extendiéndose tan lejos como mis ojos podían ver. Y sobre toda la Tierra hubo silencio.

Y el séptimo Ángel tocó y vi un ser poderoso que descendía del cielo envuelto en una nube y un arco iris estaba sobre Su cabeza y Su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego. Y tenía en Sus manos un libro abierto y colocó Su pie derecho sobre el mar y Su pie izquierdo sobre la tierra y clamó con gran voz, que era maravilloso oír: oh hombre, ¿desearás tu tener la visión de lo que ha de ocurrir?

Y yo respondí, Tú sabes, oh Único Santo, que no desearía nada, con tal que estas terribles cosas no ocurrieran. Y El dijo: El hombre ha creado estos poderes de destrucción. El los ha creado con su propia mente. El se ha distanciado de los ángeles del Padre Celestial y de la Madre Tierra y ha moldeado su propia destrucción. Y yo le dije: ¿Entonces no hay esperanza, luminoso Ángel?

Y una luz flameante fluyó como un río de Sus manos y respondió: Siempre hay una esperanza, oh tu para quien el cielo y la tierra fueron creados.

Y entonces el ángel que estaba sobre el mar y la tierra levantó Sus manos al cielo y juró por el que vive para siempre, por siempre, Quien creó el cielo y las cosas que están en él y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no será más; pero en los días de la voz del séptimo Ángel, cuando El comience a tocar, el misterio de Dios deberá ser revelado a aquellos que hayan comido del Árbol de la Vida, que está por siempre en el Mar eterno.

Y la voz habló de nuevo diciendo: Ve y toma un libro que está abierto en la mano del Ángel que está sobre el mar y sobre la tierra.

Y fui donde el Ángel y le dije: Dadme el libro, para que yo pueda comer del Árbol de la Vida que está en la mitad del Mar Eterno. Y el Ángel me dio el libro y abrí el libro y leí lo que siempre había sido, lo que era ahora y lo que vendría.

Y vi el holocausto en el que se sumergía la tierra y la gran destrucción que ahogaría a todos los habitantes en océanos de sangre y vi también la eternidad del hombre y el perdón infinito del Todopoderoso.

Las alas de los hombres eran como páginas blancas en el libro, siempre listas para que una nueva canción fuera escrita.

Y levanté mi rostro hacia los siete ángeles de la Madre Tierra, hacia los siete ángeles del Padre Celestial y sentí que mis pies tocaban la fuente sagrada de la Madre Tierra y mis dedos tocaban los pies sagrados del Padre Celestial y escribí un himno de acción de gracias:

Te agradezco Padre Celestial, porque me has colocado en una fuente de arroyos fluidos, en un manantial de vida en una tierra de sequía, irrigando un jardín eterno de prodigios; el Árbol de la Vida, misterio de misterios, que extiende sus ramas infinitamente, pues, el plantío eterno sumerge sus raíces en el arroyo de vida de una fuente eterna. Y Tu, Padre Celestial, proteges sus frutos con los ángeles del Día y de la Noche y con llamas de Luz eterna ardiendo por doquier.

Y la voz habló de nuevo y de nuevo mis ojos se apartaron del Reino de la Luz.

¡Atiende oh hombre!, tu puedes avanzar por el sendero correcto y caminar en la presencia de los ángeles. Tu puedes glorificar a la Madre Tierra en el día y al Padre Celestial en la noche y por tu ser, corre el arroyo de la Ley.

Pero ¿dejarías tu hundirse a tus hermanos en el abismo de sangre, como el destruido por el dolor tiembla y gime bajo las cadenas de piedra?

¿Puedes tu beber del cáliz de Vida Eterna cuando tus hermanos mueren de sed?

Y mi corazón estaba henchido de compasión y miré y he aquí que apareció una gran señal en el cielo. Una mujer vestida de sol, y con la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de siete estrellas. Y supe que Ella era la fuente de los arroyos que fluían y la Madre de los bosques. 

Y me paré sobre la arena del mar y vi subir del mar una bestia y de sus fosas expulsó aire fétido, repugnante y el mar de donde él se levantó tornó sus aguas limpias en fango. Y su cuerpo estaba cubierto de roca negra y humeante.

Y la mujer vestida como el sol extendió sus manos hacia la bestia y la bestia se arrastró y la abrazó. Y he aquí que su piel de nácar se marchitó con su fétido aliento y su espalda se partió por sus brazos de roca.

Y con lágrimas de sangre ella se sumergió en el charco de fango y de la boca de la bestia salieron ejércitos de hombres blandiendo espadas y peleando el uno con el otro. Y peleaban con una furia terrible y cortaron sus propios miembros viriles y extrajeron sus propios ojos hasta que se sumieron en el abismo de lodo, gritando en agonía y dolor.

Y me acerqué a la orilla del charco y metí mis manos y pude ver el remolino de sangre y los hombres allí atrapados como las moscas en una telaraña y hablé en voz alta diciendo:

Hermanos, dejad vuestras espadas y sujetaos de mi mano. Dejad este desacato y profanación de Ella, quien te ha dado tu nacimiento y de Él, que te ha dado tu herencia. Pues tus días de compra y venta se han terminado y se han acabado además los días de persecución y matanza. Pues el que va en cautividad, irá en cautiverio y el que mata con la espada será matado con la espada.

Y los mercaderes del a tierra se lamentarán y llorarán, pues ningún hombre compra su mercadería nunca más. Las mercaderías de oro, de plata, de piedras preciosas, perlas, de lino fino, de púrpura y de seda y de escarlata y de mármol y de bestias y de ovejas, de caballos y carros y de esclavos y espíritus de los hombres, todas estas cosas no pueden ser compradas ni vendidas, pues todo es sepultado en un mar de sangre porque tú le has dado la espalda a tu Padre y a Tu Madre y adoraste la bestia que sólo construye un paraíso de piedra.

Alejad vuestras espadas, hermanos míos y sujetaos de mi mano y entrelacemos nuestros dedos.

Y vi en la distancia una gran ciudad blanca y brillante en el horizonte lejano, de alabastro brillante y hubo voces y truenos y relámpagos y hubo un gran terremoto como no ha habido jamás desde que los hombres existen en la Tierra, así de poderoso y así de grande. Y la gran ciudad estaba dividida en tres partes y las ciudades de las naciones cayeron. Y la gran ciudad vino a la mente de Dios, para darle a ella el cáliz del vino del ardor de su ira. 

Todas las islas huyeron y las montañas desaparecieron y cayó del cielo sobre los hombres una enorme granizada, todos los granizos del peso de un talento.

Y un ángel poderoso cogió una piedra como una gran piedra de molino y la arrojó al mar diciendo: Así con violencia, la gran ciudad será derribada y nunca más será hallada.

Y la voz de los arpistas, músicos y flautistas y de cantantes y trompetistas, no se oirán nunca más en ti y ningún artista, sea cual sea su arte, se hallará nunca más en ti, ni el ruido de una piedra de molino se oirá nunca más en ti, la luz de una lámpara no brillará más en ti, ni la voz del esposo y de la esposa serán más oídas en ti; pues tus mercaderes fueron los grandes hombres de la tierra, pues por tus brujerías todas las naciones fueron engañadas y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra. Y mis hermanos se asieron de mi mano y salieron del agua de fango y estuvieron entrando en el mar de arena y los cielos se abrieron y bañaron sus cuerpos desnudos con la lluvia.

Y oí una voz del cielo, como el estruendo de muchas aguas y como la voz de un gran trueno. Y oí la voz de los arpistas tocando sus arpas y cantaron como si fuera un nuevo canto delante del trono.



Y vi a otro ángel volar por la mitad del cielo, portando los cánticos del día y de la noche y vi pronunciar a todos los que moran en la tierra el Evangelio perfecto, a ellos que han ascendido del abismo del fango y permanecen desnudos y bañados por la lluvia delante del trono.

Y el ángel clamó: Temed a Dios y dadle gloria a Él, pues la hora del juicio ha llegado; y adoradle que Él ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de aguas.

Y vi abrirse los cielos y observé un caballo blanco y el que lo montaba era llamado Fiel y Verdadero y con justicia El juzgaba. Sus ojos eran como una llama de fuego y sobre Su cabeza había muchas coronas y estaba envuelto en una luz resplandeciente y Sus pies estaban desnudos. Y Su nombre era la Palabra de Dios. Y la Hermandad Santa Le siguió en caballos blancos, vestidos en lino fino, blanco y puro y ellos entraban al Edén infinito, en cuya mitad está el Árbol de la Vida.

Y la multitud desnuda, bañada por la lluvia, cruzó al frente de ellos, temblando, para recibir su juicio.

Pues sus errores eran muchos y habían deshonrado a la Tierra. Pues habían destruido las criaturas del mar y de la tierra, envenenado el campo, contaminado el aire y quemado viva la Madre que les dio a luz.

Pero no vi que pasó con ellos, pues mi visión cambió y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, ya que el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido Y vi la ciudad santa de la Hermandad bajando del cielo, desde Dios, preparada como una novia adornada para su esposo y oí una voz fuerte del cielo que decía: Ved la montaña de la casa del Señor, está en la cumbre de la montaña y es exaltada sobre las colinas y toda la gente irá a ella. Venid y vamos a la montaña del Señor, la casa de Dios y Él nos enseñará Sus caminos y caminaremos por Sus senderos en compañía de la Hermandad Santa y en observancia de la Ley.

He aquí, el tabernáculo de Dios está con los hombres y El vivirá en ellos y ellos serán Su pueblo y Dios estará con ellos, El será Su Dios. Y Dios enjuagará toda lágrima de sus ojos y no habrá más muerte ni congoja, ni llanto, ni habrá ningún dolor, porque las primeras cosas pasarán.

Aquellos que provocaron la guerra, convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podadoras. Las naciones no levantarán su espada contra otras naciones, ni harán la guerra nunca más, porque las primeras cosas pasarán.

Y El habló otra vez: He aquí, Yo creo todas las cosas nuevas. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, Yo le daré de la fuente del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas y Yo seré su Dios y él será mi Hijo.

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas y todos los farsantes, cavarán su propia tumba que arde con fuego y azufre.

Y de nuevo mi visión cambió y oí las voces de la Hermandad Santa entonando cánticos y diciendo: Venid vosotros y caminemos al amparo de la Ley. Y vi la ciudad santa. Y los Hermanos desfilarán por ella.

La ciudad no tenía necesidad del sol ni de la luna para que la iluminara, pues la gloria de Dios le daba Luz. Y vi el río puro del Agua de Vida, claro como el cristal, proveniente del trono de Dios y en medio del río, plantado el Árbol de la Vida, que daba catorce clases de frutos y daba sus frutos a aquellos que deberían comer de él. Y las hojas del Árbol eran para la salvación de las naciones.

Y no habrá allí más noche y no tendrán necesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol, porque Dios el Señor los iluminará y reunirá por los siglos de los siglos.

He alcanzado la visión interna y a través de Tu espíritu en mi he oído Tu secreto maravilloso.

A través de Tu mística mirada has hecho que una Fuente de conocimiento more dentro de mí, una fuente de poder, fluyendo aguas de vida.

Una abundancia de amor y de sabiduría abrazadora como el esplendor de la Luz Eterna. 

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