En este video viajaremos atrás en el tiempo donde El Señor descendía sobre el monte Sinaí en lenguas de fuego y dio a Moisés la Ley, que era un convenio con los Hijos de la Luz.
Después que El Eterno le diera las leyes escritas por el mismo, Moisés bajo y encontró a el pueblo adorando un becerro de oro, Moisés se llenó de furia y arrojó las tablas de sus manos y las quebró contra las rocas. Y a la mañana siguiente Moisés le dijo a su pueblo: vosotros habéis cometido un gran pecado, vosotros habéis negado a nuestro Creador, yo subiré donde el Señor e imploraré por vuestro error.
Y El Señor le dijo a Moisés: A tu gente de poca fe, que erró contra el Creador, aun cuando estuvo en el Lugar Santo delante de tu Dios, le daré otra Ley. Será una Ley severa, se les obligara a cumplirla, pues ellos no conocen todavía el Reino de la Luz.
Texto:
LOS DIEZ MANDAMIENTOS.
Y el monte de Sinaí estaba envuelto en una nube, porque el Señor descendía sobre él en lenguas de fuego; y el humo que de allí ascendía era como el de un horno y toda la montaña tembló fuertemente. Y el Señor bajó al monte de Sinaí, sobre la cima de la montaña y el Señor llamó a Moisés a la cima, y Moisés subió. El Señor llevó a Moisés fuera del monte diciendo: Ven a Mí, que te daré la Ley para tu pueblo, la cual será un convenio con los Hijos de la Luz. Y Moisés fue junto a Dios. Y Dios habló en estas palabras, diciendo:
Soy la Ley, tu Dios, quien te ha sacado de las profundidades de la ignorancia, la esclavitud y de las tinieblas. No tendrás otra Ley fuera de Mí. No construirás ninguna imagen de la Ley en el cielo ni abajo en la tierra. Soy la Ley invisible, sin principio y sin fin. No crearás para ti falsas leyes, porque Soy la Ley y la Ley total de todas las leyes. Si renuncias a mi, tendrás calamidades de generación en generación. Si guardas mis mandamientos entrarás en el Jardín Infinito donde está el Árbol de la Vida, en medio del Mar Eterno. No quebrantaras la Ley. La Ley es tu Dios, quien no te librará de tus acciones.
Honra a tu Madre Terrenal para que tus días puedan ser largos en la tierra y honra a tu Padre Celestial para que tengas vida eterna en los cielos, pues los cielos y la tierra te son dados por la Ley, que es tu Dios.
Saludarás a la Madre Terrenal en la mañana del sábado. Saludarás al Ángel de la Tierra en la segunda mañana. Saludarás al Ángel de la Vida en la tercera mañana.
Saludarás al Ángel del Regocijo en la cuarta mañana. Saludarás al Ángel del Sol en la quinta mañana. Saludarás al Ángel del Agua en la sexta mañana. Saludarás al Ángel del Aire en la séptima mañana.
Todos estos ángeles de la Madre Tierra saludarás y te consagrarás a ellos para que puedas entrar al Jardín Infinito en donde está el Árbol de la Vida.
Adorarás a tu Padre Celestial en la tarde del sábado. Comulgarás con el Ángel de Vida Eterna en la segunda tarde. Comulgarás con el Ángel del Trabajo en la tercera tarde. Comulgarás con el Ángel de la Paz en la cuarta tarde. Comulgarás con el Ángel del Poder en la quinta tarde. Comulgarás con el Ángel del Amor en la Sexta tarde. Comulgarás con el Ángel de la Sabiduría en la séptima tarde.
Con todos los ángeles del Padre Celestial comulgarás para que tu espíritu pueda purificarse en la Fuente de Luz y entrar en el Mar de la Eternidad.
El séptimo día es el sábado, lo conmemorarás y lo guardarás como día santo. El sábado es el día de la Luz de la Ley, tu Dios. En él no harás ningún tipo de trabajo, excepto buscar la Luz, el Reino de Dios y todas las cosas se te darán. Sabed pues vosotros, que trabajareis durante seis días con los ángeles, ya que el séptimo día morareis en la Luz de tu Señor quien es la Ley SUPREMA. No tomareis la vida de cualquier cosa viviente. La vida viene únicamente de Dios quien la da y la quita.
No degradarás el Amor. Es el don sagrado del Padre Celestial.
No negociarás tu alma, el don invaluable de la bondad de Dios, pues los ricos del mundo son como las semillas que caen en terreno pedregoso donde no echan raíces y viven muy poco tiempo. No darás falso testimonio de la Ley para utilizarla contra tus hermanos; únicamente Dios conoce el principio y el fin de todas las cosas, pues Su ojo es único y El es la Ley SUPREMA. No codiciarás los bienes ajenos. La Ley te da grandes dones, incluso los cielos y la Tierra, si guardas los mandamientos del Señor tu Dios.
Y Moisés oyó la voz del Señor y pactó dentro de sí un convenio que era entre el Señor y los Hijos de la Luz. Y Moisés se volvió y bajó del monte, con las dos tablas de la Ley en sus manos. Y las tablas eran la obra de Dios y la escritura era la escritura de Dios grabada sobre las tablas. Como el pueblo no sabía que había sido de Moisés, se reunió y fundieron todas sus alajas de oro y construyeron un becerro; adoraron al ídolo y le ofrecieron sacrificios. Comieron, bebieron y danzaron delante de él y se abandonaron a la corrupción y a la perversidad delante del Señor. Y ocurrió de pronto que Moisés estuvo en la aldea y vio el becerro, las danzas y la maldad del pueblo. Moisés se llenó de furia y arrojó las tablas de sus manos y las quebró contra las rocas. Y a la mañana siguiente Moisés le dijo a su pueblo: vosotros habéis cometido un gran pecado, vosotros habéis negado a nuestro Creador, yo subiré donde el Señor e imploraré por vuestro error. Y volviendo Moisés donde el Señor le dijo: Tú has visto la profanación de tu Ley Santa. Pues tus hijos perdieron la fe y adoraron las tinieblas e hicieron para ellos un becerro de oro. Y el señor le dijo a Moisés: Escucha; al principio de los tiempos hubo un convenio entre Dios y el hombre y el Fuego Santo del Creador entró en él. Y él se hizo Hijo de Dios y se le encomendó guardar su herencia del primogénito y hacer fructífera la Tierra de su Padre y mantenerla Santa. Y él rechazó al Creador de sí mismo olvidando su primogenitura, no existe error más doloroso a los ojos de Dios. Y el Señor habló diciendo:
Únicamente los Hijos de la Luz pueden guardar los mandamientos de la Ley. Escucha, te hablo así: las tablas que tú quebraste, esas nunca mas serán escritas en las palabras de los hombres; como tú las convertiste en tierra y fuego, así, ellas vivirán, invisibles, en los corazones de aquellos que sean capaces de seguir su Ley.
A tu gente de poca fe, que erró contra el Creador, aun cuando estuvo en el Lugar Santo delante de tu Dios, le daré otra Ley. Será una Ley severa, se les obligara a cumplirla, pues ellos no conocen todavía el Reino de la Luz. Y Moisés guardó la Ley invisible dentro de su pecho y la llevó como señal a los Hijos de la Luz. Y Dios le dio a Moisés la Ley escrita para el pueblo, y él bajó donde ellos y les habló con un corazón fuerte. Moisés dijo al pueblo: Estas son las leyes que vuestro Dios os ha dado:
No tendrás otro Dios fuera de Mí. No harás para ti ninguna imagen esculpida.
No jurarás el nombre del Señor tu Dios en vano. Recordarás el día sábado y lo guardarás como santo. Honrarás a tu Padre y a tu Madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No levantarás falsos testimonios contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni nada que sea de tu prójimo.
Y hubo un día de duelo y arrepentimiento por el gran error contra el Creador, que no termina. Y las tablas quebradas de la Ley Invisible vivieron ocultas en el corazón de Moisés, hasta que sucedió que los Hijos de la Luz aparecieron en el desierto y los Ángeles habitaron la Tierra.
Después que El Eterno le diera las leyes escritas por el mismo, Moisés bajo y encontró a el pueblo adorando un becerro de oro, Moisés se llenó de furia y arrojó las tablas de sus manos y las quebró contra las rocas. Y a la mañana siguiente Moisés le dijo a su pueblo: vosotros habéis cometido un gran pecado, vosotros habéis negado a nuestro Creador, yo subiré donde el Señor e imploraré por vuestro error.
Y El Señor le dijo a Moisés: A tu gente de poca fe, que erró contra el Creador, aun cuando estuvo en el Lugar Santo delante de tu Dios, le daré otra Ley. Será una Ley severa, se les obligara a cumplirla, pues ellos no conocen todavía el Reino de la Luz.
Texto:
LOS DIEZ MANDAMIENTOS.
Y el monte de Sinaí estaba envuelto en una nube, porque el Señor descendía sobre él en lenguas de fuego; y el humo que de allí ascendía era como el de un horno y toda la montaña tembló fuertemente. Y el Señor bajó al monte de Sinaí, sobre la cima de la montaña y el Señor llamó a Moisés a la cima, y Moisés subió. El Señor llevó a Moisés fuera del monte diciendo: Ven a Mí, que te daré la Ley para tu pueblo, la cual será un convenio con los Hijos de la Luz. Y Moisés fue junto a Dios. Y Dios habló en estas palabras, diciendo:
Soy la Ley, tu Dios, quien te ha sacado de las profundidades de la ignorancia, la esclavitud y de las tinieblas. No tendrás otra Ley fuera de Mí. No construirás ninguna imagen de la Ley en el cielo ni abajo en la tierra. Soy la Ley invisible, sin principio y sin fin. No crearás para ti falsas leyes, porque Soy la Ley y la Ley total de todas las leyes. Si renuncias a mi, tendrás calamidades de generación en generación. Si guardas mis mandamientos entrarás en el Jardín Infinito donde está el Árbol de la Vida, en medio del Mar Eterno. No quebrantaras la Ley. La Ley es tu Dios, quien no te librará de tus acciones.
Honra a tu Madre Terrenal para que tus días puedan ser largos en la tierra y honra a tu Padre Celestial para que tengas vida eterna en los cielos, pues los cielos y la tierra te son dados por la Ley, que es tu Dios.
Saludarás a la Madre Terrenal en la mañana del sábado. Saludarás al Ángel de la Tierra en la segunda mañana. Saludarás al Ángel de la Vida en la tercera mañana.
Saludarás al Ángel del Regocijo en la cuarta mañana. Saludarás al Ángel del Sol en la quinta mañana. Saludarás al Ángel del Agua en la sexta mañana. Saludarás al Ángel del Aire en la séptima mañana.
Todos estos ángeles de la Madre Tierra saludarás y te consagrarás a ellos para que puedas entrar al Jardín Infinito en donde está el Árbol de la Vida.
Adorarás a tu Padre Celestial en la tarde del sábado. Comulgarás con el Ángel de Vida Eterna en la segunda tarde. Comulgarás con el Ángel del Trabajo en la tercera tarde. Comulgarás con el Ángel de la Paz en la cuarta tarde. Comulgarás con el Ángel del Poder en la quinta tarde. Comulgarás con el Ángel del Amor en la Sexta tarde. Comulgarás con el Ángel de la Sabiduría en la séptima tarde.
Con todos los ángeles del Padre Celestial comulgarás para que tu espíritu pueda purificarse en la Fuente de Luz y entrar en el Mar de la Eternidad.
El séptimo día es el sábado, lo conmemorarás y lo guardarás como día santo. El sábado es el día de la Luz de la Ley, tu Dios. En él no harás ningún tipo de trabajo, excepto buscar la Luz, el Reino de Dios y todas las cosas se te darán. Sabed pues vosotros, que trabajareis durante seis días con los ángeles, ya que el séptimo día morareis en la Luz de tu Señor quien es la Ley SUPREMA. No tomareis la vida de cualquier cosa viviente. La vida viene únicamente de Dios quien la da y la quita.
No degradarás el Amor. Es el don sagrado del Padre Celestial.
No negociarás tu alma, el don invaluable de la bondad de Dios, pues los ricos del mundo son como las semillas que caen en terreno pedregoso donde no echan raíces y viven muy poco tiempo. No darás falso testimonio de la Ley para utilizarla contra tus hermanos; únicamente Dios conoce el principio y el fin de todas las cosas, pues Su ojo es único y El es la Ley SUPREMA. No codiciarás los bienes ajenos. La Ley te da grandes dones, incluso los cielos y la Tierra, si guardas los mandamientos del Señor tu Dios.
Y Moisés oyó la voz del Señor y pactó dentro de sí un convenio que era entre el Señor y los Hijos de la Luz. Y Moisés se volvió y bajó del monte, con las dos tablas de la Ley en sus manos. Y las tablas eran la obra de Dios y la escritura era la escritura de Dios grabada sobre las tablas. Como el pueblo no sabía que había sido de Moisés, se reunió y fundieron todas sus alajas de oro y construyeron un becerro; adoraron al ídolo y le ofrecieron sacrificios. Comieron, bebieron y danzaron delante de él y se abandonaron a la corrupción y a la perversidad delante del Señor. Y ocurrió de pronto que Moisés estuvo en la aldea y vio el becerro, las danzas y la maldad del pueblo. Moisés se llenó de furia y arrojó las tablas de sus manos y las quebró contra las rocas. Y a la mañana siguiente Moisés le dijo a su pueblo: vosotros habéis cometido un gran pecado, vosotros habéis negado a nuestro Creador, yo subiré donde el Señor e imploraré por vuestro error. Y volviendo Moisés donde el Señor le dijo: Tú has visto la profanación de tu Ley Santa. Pues tus hijos perdieron la fe y adoraron las tinieblas e hicieron para ellos un becerro de oro. Y el señor le dijo a Moisés: Escucha; al principio de los tiempos hubo un convenio entre Dios y el hombre y el Fuego Santo del Creador entró en él. Y él se hizo Hijo de Dios y se le encomendó guardar su herencia del primogénito y hacer fructífera la Tierra de su Padre y mantenerla Santa. Y él rechazó al Creador de sí mismo olvidando su primogenitura, no existe error más doloroso a los ojos de Dios. Y el Señor habló diciendo:
Únicamente los Hijos de la Luz pueden guardar los mandamientos de la Ley. Escucha, te hablo así: las tablas que tú quebraste, esas nunca mas serán escritas en las palabras de los hombres; como tú las convertiste en tierra y fuego, así, ellas vivirán, invisibles, en los corazones de aquellos que sean capaces de seguir su Ley.
A tu gente de poca fe, que erró contra el Creador, aun cuando estuvo en el Lugar Santo delante de tu Dios, le daré otra Ley. Será una Ley severa, se les obligara a cumplirla, pues ellos no conocen todavía el Reino de la Luz. Y Moisés guardó la Ley invisible dentro de su pecho y la llevó como señal a los Hijos de la Luz. Y Dios le dio a Moisés la Ley escrita para el pueblo, y él bajó donde ellos y les habló con un corazón fuerte. Moisés dijo al pueblo: Estas son las leyes que vuestro Dios os ha dado:
No tendrás otro Dios fuera de Mí. No harás para ti ninguna imagen esculpida.
No jurarás el nombre del Señor tu Dios en vano. Recordarás el día sábado y lo guardarás como santo. Honrarás a tu Padre y a tu Madre. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No levantarás falsos testimonios contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni nada que sea de tu prójimo.
Y hubo un día de duelo y arrepentimiento por el gran error contra el Creador, que no termina. Y las tablas quebradas de la Ley Invisible vivieron ocultas en el corazón de Moisés, hasta que sucedió que los Hijos de la Luz aparecieron en el desierto y los Ángeles habitaron la Tierra.
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